martes, 6 de octubre de 2009

~Sabor a infancia~

De noche, caminando por la ciudad con la excusa de “comprar el pan” deslicé mis sentimientos al viento… y en su resople dejé que se mezclen, como mezclados en mi estómago estaban; viento, que golpeaba mi rostro y mis cabellos llevándolos a su ritmo.

Iba pisando lento y suave, sin prisas, sin nada que me persiga, sin nadie que me controle, sin nada que importe en ése momento. Solo la música, el viento, mi ciudad y yo.

¿Qué más debería importarme? Intentaba encontrar algo que desplomara paz en mi ser, pero nada hacía que lo consiga.

Y noté algo, que la gente, aquella gente que veía pasar; no estaba al tanto de mi presencia o eso creí yo, que los miraba pero me creía tan inánime a su lado… leía sus labios, veía sus risas y también sus propias tristezas… no me miraban, pero los veía… ¿no me miraban? Eso es lo que yo creía.

Noté también que aunque mi mente sabía el camino de memoria, no estaba caminando por inercia, iba decidida y firme, seria y quizás triste… pero sin dudas sabía que si deseaba doblar o cambiar de calles lo haría, la inercia no me ganaría.

Y aunque quería no llegar, los caminos siempre tienen un fin, y la excusa de “comprar pan” debía cumplirla así que… ahí estaba… “Pertutti” y se creó el pequeño habla de mi caminata:

- “¿Qué necesitabas?”

- “$2 de pan, por favor”

Después de colocar el pan en la bolsa, y pagar en la caja… me retiré de “Pertutti”… Otra vez con serenidad y lento me dirijí camino a casa… ¡si! ¡Muy pronto!… pero mi excusa ya estaba cumplida, aunque Papá sabía que “quería dar una vuelta”… ¿y si se preocupaba? Además no había mucho para hacer…

Tomé un pan de la bolsa, por ¿costumbre?, por ¿hambre? No sé… solo era un acompañante más… hasta que cuando ya estaba por llegar a casa y a la punta de ése pan… recordé cuando de niña buscaba pan para comer tomando “coca cola”, y no quería otra cosa… no quería galletitas o cereales… era eso “pan y coca cola”.

Al invadir éste recuerdo mi mente, rodee el pan con mis manos y sonreí… ¡si! Era la segunda vez en el día que algo me recordaba a mi niñez.

En ese momento era mi simple pedazo de pan, pero en el colegio un compañero me había hecho la simple pregunta de “¿Vos viste alguna vez la granja de Orson?” muy emocionada, al recordar aquél dibujo le respondí “si, no puedo creer… me había olvidado de eso”.

Y al recordar en ése instante con mi pedazo de pan, sentí o logré entender ¡cuánto tenemos ausentes algunos recuerdos! , no los olvidamos, pero los mantenemos tan ausentes en alguna parte de nosotros que el recordarlos en algún momento; nos hace felices, nos hace sonreír… nos sueltan una risa… ¿Por qué ausentamos nuestros recuerdos? Eso si que es inercia a veces… pero por suerte alguna vez vuelven a nuestra memoria para saber que no los olvidamos.

Tantee mis llaves en el bolsillo, intentando encontrar aquella forma que tenían las llaves de la puerta a mi niñez pero al retirarlas y sentirlas en mi mano pude notar aquella gran diferencia… mi niñez está lejos de hoy, y mi hoy tiene la llave de otras puertas que algún día extrañaré y buscaré en el bolsillo de mi campera.