lunes, 12 de septiembre de 2011

La Vela, En Vela


En una habitación oscura, había un placard que no se abría, una silla que no se arrastraba, una mesa llena de polvo, una ventana con la persiana baja y una lámpara sobre la mesa de luz que ya no se prendía; ya nada su función cumplía hacía 7 meses que todo estaba en stand by.
Sin embargo por las noches se divisaba en la rendija de la puerta cerrada una tenue luz y suaves pisadas se oían aunque nunca supe si todo ésto era el juego de mi mente que lo extrañaba tanto. Sentí muchas veces su corazón latir cerca de mí, su respiración y su mirada recorriendo el camino de la cocina al living, del living al cuarto y el camino de mi mirada que despoblada y triste se posaba en esa habitación oscura ya vacía, ya sin nada, sin nada más que muebles y el dolor de mi alma.
Todas las noches la rutina nocturna: el tecito con mucha azúcar, mi mirada en el cielo y en la habitación y mi imaginación palpitando recuerdos de su hermosa voz y su tan mágico olor; mientras la música acompaña de fondo desligando y ligando todo sentir, todo mal estar y todas las noches ese razonar y cuestionar ¿Qué hubiera pasado si todavía estuviera acá? ¿Cómo sería todo? ¿Qué sentiría? ¿Qué diría? ¿Y ahora? ¿Qué más puedo hacer?

Todas las noches pensando en sus ojos descafeinados, su sorinsa desalineada, sus rulos tirabuzón y su esencia tan pura y vital.

7 meses igual, con lo que odiaba las rutinas y la plena soledad y mi pensar se interrumpió la noche en que se cortó la luz pero de toda la casa y la cera de vela me quemó el pulgar del pie ¡Zas! juro que ésto no era mi imaginación ví su sombra, lo poco que pude distinguir y fui corriendo a la habitación, la silla se arrastraba, el placard estaba abierto, la mesa limpia, la ventana también abierta con la persiana alta hasta el tope y la lámpara, quién sabe como, ¡prendida! y ya no solo se quemaba mi dedo del pie sino la casa... se me había caído l avela y toda esa habitación empezaba a consumirse en el fuego ardiente de la vela y ví por primera vez en 7 meses otra vez sus ojos descafeinados, mirándome directo a los míos, que no lograban apagar el fuego pero no cesaban de llover sobre mi cara y mis pies...
- ¡Volviste!

- Nunca me fui, te prometí acompañarte siempre y no podía romper esa promesa.
- Gracias.
Sonreímos los dos y en un largo abrazo, me encontré sola otra vez en penumbras en aquella habitación, sentada sobre la alfombra y la cera de vela pegada en ella con todo desordenado, como si un tornado hubiera enloquecido el lugar.